La cita feminista

Karen Glavic
11 min readDec 9, 2020

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Presentación
Reescrituras y contraescrituras de la Escena de Avanzada
Autora: Nelly Richard, Diego Parra (ed.)
Lunes 9 de noviembre 2020
Presentan: Andrea Giunta, Rodrigo Zúñiga, Karen Glavic [1]

Quiero proponer este título para esta lectura. Probablemente, tiene que ver tanto con lo que creo que esta nueva invitación a la lectura de Márgenes e Instituciones ofrece, pero también con el trabajo que hace años intento hacer sobre el feminismo en Nelly Richard. No quiero detenerme en la cuestión autobiográfica ni en el hilo afectivo que me trenza a la autora, no porque no exista, sino porque quiero pensar en lo afectivo al modo de una operación de lectura, de un collage de citas, de citas feministas.

Me parece que este libro llama a una suerte de tercera escena de lectura para Márgenes e Instituciones, no sé tampoco si me entusiasma tanto la distinción generacional pues, más bien, creo que nos encontramos en los proyectos y en las ideas, y no tanto en la separación temporal. Pero, por supuesto, hay algo de ello en este Reescrituras y Contraescrituras de la Escena de Avanzada que Nelly Richard y Diego Parra en la edición, fabrican. Digo fabrican porque hay aquí un trabajo de ensamblaje, una búsqueda de pistas, textos que se leen con otros textos recortados que reclaman una lectura en paralelo o alguna pregunta para el lector, una recopilación de dichos y también de no dichos que se insinúan en esas citas sobre Márgenes e Instituciones o sobre la Escena de Avanzada, o quizás en la tendencia monolítica de hacer coincidir en Márgenes a toda la Escena de Avanzada. Desde allí ya marco un desacuerdo para mi propia lectura, a mí más que la cuestión del margen, el debate sobre la vanguardia o las lecturas canónicas sobre la pretensión modernizante de la Avanzada, me interesa la cita, el amor, la cita amorosa, digamos. Ya profundizaré en ello. De momento me dejo ubicar en este lugar romántico.

Que el trabajo de Richard está cruzado por el feminismo desde sus inicios, me parece que muchos textos, autores y autoras lo afirman. No hace mucho salió publicada una nueva edición de la Revista Papel Máquina dirigida por Alejandra Castillo que parece apuntar su lectura hacia allá, hacia allá y hacia trayectorias afectivas que unen a lxs autores con Nelly, y también, cabe destacar, a los encuentros críticos entre Chile y Argentina. Estos textos son interesantes porque además de entrar desde distintos puntos al feminismo de Nelly, producen una suerte de “tiraje”, de oxigeno a las lecturas bastante más beligerantes que la escena chilena ha propuesto sobre el trabajo de nuestra autora.

Este Reescrituras y Contraescrituras recorre varios textos ya publicados y otros no, para terminar en una entrevista entre la autora y el editor. Muchas de las publicaciones de Richard han considerado este formato. Me llama la atención por diferentes razones: primero, porque la entrevista ha sido considerada o un género menor, periodístico o quizás autorreferencial, pero también porque sobre todo el último tiempo parece que intentara traer algo de justicia, de encuentro, de afecto a ciertas lecturas demoledoras sobre la autora y su trabajo. Allí Nelly no disimula, da cuenta de lo que para ella ha significado leer interpelaciones teóricas que más que debates incisivos parecieran buscar cierto conflicto. Por supuesto no se trata de negar el conflicto ni de obturar la disputa de las lecturas del pasado y del presente, sino que intentaré dar algunas ideas para comprender estas disputas que a ratos se me hacen tan peculiares. Antes de eso, una última cosa sobre la entrevista: me parece muy interesante y ejemplo de una puesta en común, incluir en la edición del libro una conversación, no diría que se trata de conversaciones de “amigos”, pensar con otrxs y dar cuenta de que una nunca piensa sola, es bastante más escaso en el ejercicio intelectual que la firma personal, el solipsismo, el aislamiento y el abandono del cuerpo que pareciera demandar el trabajo del pensamiento.

Me parece que este volver a la Avanzada no es una repetición eterna, un “otra vez lo mismo”, me parece que tanto la recopilación de citas como la republicación de textos anida un ánimo propositivo: pensemos si acaso una nueva escena de reflexiones y lecturas puede aportar al encuentro táctico con la actualidad, ese mal del que se le ha culpado a Nelly y del que, insisto, no dejo de sorprenderme. Debe ser porque sufro del mismo síndrome de manos políticas inquietas. No creo que esta publicación se trate de ajustar cuentas, aunque hay algo de la necesidad de poner la posición de la autora y sus propios cuestionamientos sobre su escritura de manifiesto. El ejercicio me parece que es productivo, pues asume los riesgos tomados y también las equivocaciones, asoma una fragilidad y a la vez una disposición a dialogar una vez más, pero, por sobre todo, a invitarnos a pensar con nuevos marcos interpretativos esta nueva escena de lectura para la Avanzada, más allá de Márgenes, con feminismo no solo pesquisado en los textos y lecturas de la autora, sino que con feminismo en los cuerpos y manos de quienes escribimos, miramos, interpretamos.

Sergio Villalobos Ruminott en el texto Modernismo y desistencia. Formas de leer la neovanuardia, refiere en un pasaje lo siguiente: (…) es necesario entender que la estrategia general de Richard consistía y aún consiste no en “hacer teoría”, sino en una práctica inscrita en la configuración de trazos e identidades contingentes y antagónicas, aún a costa de juegos adjetivales maniqueos. Esta sentencia me inquietó, aunque seguramente Nelly Richard estará de acuerdo en cierto modo que lo suyo no se trata de la exegesis ni de la lectura canónica de textos, porque “hacer teoría” para el feminismo es, sin duda, una cuestión de otro orden que para el pensamiento que llamaremos ampliamente falogocéntrico. Sara Ahmed, recuperando la filigrana de las feministas negras, lesbianas, de la literatura de mujeres, de los movimientos políticos feministas y del sentir del propio cuerpo, propone una serie de cuestiones en torno a lo que podría significar “hacer teoría” para una feminista. Puesto que tal como a Nelly, a varias, a mí, a otras, a Ahmed, nos ha pasado que en el espacio académico se nos interpela por una suerte de no distinción entre teoría y política, entre teoría y activismo, de no respetar el canon, e incluso cuando el argumento se pone más enrevesado, se nos llama esotéricas por hablar sin mucha claridad de estos problemas “simples” de la lucha de los sexos. Aunque claro, a veces también hablamos en difícil o hacemos de la forma la propia expresión, pues la escritura, sabemos, ha sido un cuarto para la liberación. Para Ahmed la teoría es un campo de citas, pero un campo de citas que deben ajustarse a las normas de reconocimiento de los temas y autores universales, y sumémosle a ello, las reglas de la indexación. ¿Puede la teoría ser algo completamente abstracto? Evidentemente no, y no solo las feministas hemos hecho hincapié en ello. Tenemos cuerpo, cuerpos situados, afectos que nos cruzan, que nos quiebran, que nos atrapan, por eso Ahmed llama a los conceptos “sudorosos”, y con eso no renuncia ni a la teoría ni al cuerpo implicado en esa elaboración:

El feminismo puede ser palpable en nuestra manera de producir conocimiento; en cómo escribimos, en quien citamos. Pienso en el feminismo como un proyecto de construcción: si nuestros textos son mundos, hemos de hacerlos con materiales feministas. La teoría feminista es creación de mundo.[2]

Sigo con las lecturas en torno a la Avanzada que se reciclan acompañadas de citas en el costado de la página de este libro. Me vuelvo a preguntar cuan diferente podría haber sido la recepción en la clave de modernización de Márgenes e Instituciones si hubiera considerado, por ejemplo, que el feminismo no disputa un gran nombre para la historia nacional, pues antes de pensar el contrato social insiste en denunciar el contrato sexual. Por supuesto no se trata de desestimar las operaciones y diálogos que Márgenes e Instituciones estableció con la Filosofía chilena y las Ciencias Sociales, aunque como bien menciona Nelly en la entrevista con Diego Parra, buena parte de la discusión de la recepción de Márgenes se dio en las lecturas, contestaciones, disputas y propuestas de una escena de varones. Una escena de varones que apegados a sus marcos interpretativos (qué problema podría haber en ello, obviamente), impugnaron de diversas y curiosas maneras el lugar de la Avanzada, desde legítimas interpelaciones teóricas sobre los efectos políticos del libro y su propuesta “vanguardista” hasta chismes y pasiones tristes. Tampoco ocurrió solo entre varones, hay que decirlo. No es poco común que esto ocurra en cualquier espacio de trabajo y pensamiento, y ya se ha dicho que aquello también puede ser síntoma del clima de la época, del arrasamiento neoliberal, de la pérdida de lazos. Yo prefiero manejar esa hipótesis porque el desmantelamiento de la universidad y de los espacios de debate crítico son parte del trabajo y la deuda que cargamos, incluidas quienes intentamos mirar esta nueva escena de lectura.

Recojo de Miguel Valderrama, quien a su vez sigue a Pablo Oyarzún, el siguiente fragmento del libro Modernismos historiográficos sobre el trabajo de la cita en Nelly Richard:

La elaboración de esta distancia es desarrollada a través de una política del “gesto” o de la “llamada” que Pablo Oyarzún caracterizó en otro lugar como “la operación de la cita”. En efecto, en el campo de producciones de la Avanzada la cita es empleada como método de inscripción histórica de la obra. El recurso a la cita hace posible la “certidumbre desconcertante” (y por eso mismo no capitalizable) de estar habitado siempre –la obra, el artista, cada uno de nosotros– por alteridades irreductibles y anteriores, incontrolablemente alojadas en las maniobras del presente. A través de la cita la nueva escena busca politizar el arte preservándolo de directrices partidarias y de marcas orientadoras, al mismo tiempo que busca producir con la complicidad de las alusiones, con la sobrecodificación de los lenguajes y las significaciones, una inscripción histórica para las obras, una determinada relación de éstas con su contexto inmediato de aparición. Las obras de Gonzalo Díaz, Eugenio Dittborn y Carlos Altamirano son, sin duda, las producciones más destacadas de las operaciones aquí descritas.[3]

Es cierto, la cita puede ser leída como una operación de inscripción histórica que intenta rehuir de las directrices y ordenamientos del sentido, pero qué pasa cuando la cita se presenta a sí misma como “amorosa”. Amorosa porque para el caso del texto a Juan Dávila se trataba además de describir la historia de un “fugado por amor”, junto con dar cuenta de un yo polimorfo, mutante, tránsfuga, una identidad disidente (hoy no llamaríamos siquiera a ello identidad), pero Nelly Richard se aproxima al nomadismo subjetivo cuando evoca el viaje, lo tránsfuga, el desplazamiento de los límites. Esta “marginalización y fragmentación del sujeto” en Richard ha sido leída repetidamente en virtud de su tendencia “postmoderna” que la acerca a todos esos lenguajes de las diferencias y lo minoritario. Y claro que ella ha recuperado para sí a las “teorías de la deconstrucción”, pero también ha puesto en tensión el asalto falogocéntrico de éstas a la noción de diferencia, y como han expulsado a las mujeres y disidencias de sus propias metáforas. Si la teoría es un régimen de citación como plantea Ahmed, ¿qué es entonces una cita amorosa? Yo diría que es una cita feminista, un ejercicio de puesta en común de otras lecturas, otras autoras y autores, pero por sobre todo otros cuerpos sobre los cuales podemos pensar e imaginar. No por nada es el exceso, la perversión, la homosexualidad y la fuga travesti lo que desborda la lectura de lo femenino y lo masculino en la crítica de Richard. Antes, en y después de Márgenes e Instituciones. La autora quizás no estará de acuerdo conmigo, pero no sé si la fuga hacia el feminismo se dio después de Márgenes, quizás sí de su sensación agobiante, pero de nuevo recupero a Ahmed para este argumento: ser feminista no es necesariamente adoptar una serie de normas de conducta, es hacernos preguntas, tiene que ver con vivir, con notar los muros que circunscriben el pensar a la especulación, con notar que recibimos toda clase de embates, con notar como nos dirigen con lecturas sobre nuestras ideas.

A la escritura de Nelly Richard se la ha caracterizado como deseante, pulsional, táctica, se ha sospechado de su capacidad de “hacer teoría” llegando a la conclusión de que en realidad eso no estaba en su programa. Hay una linda réplica sobre esto en Crítica y Política, la conversación que Richard sostiene con Alejandra Castillo y Miguel Valderrama en 2013. A su trabajo lo describe como una “intimidad crítica” siguiendo la noción de Mieke Bal, y con eso rápidamente logramos situar su gesto que rehúye de lo canónico pero que recupera una dimensión afectiva. Es posible trazar estos gestos en otrxs contemporáneos o no a Nelly, pienso en las lecturas con que alguna vez me encontré sobre la “formación política” que animaba en Argentina a Néstor Perlongher y otres compañerxs en el Frente de Liberación Homosexual, devenires minoritarios, márgenes, desarreglos teóricos, quizás. Pero sobre todo la exigencia de uno y de muchos cuerpos que no son aquellos que dan los debates sobre los grandes movimientos de inscripción en la historia.

De este libro, podríamos seguir reflexionando durante días, años tal vez, así que propongo una última entrada, o tal vez una inquietud, una duda que me acecha; cito a Fernanda Carvajal sobre la lectura de la performance La Biblia que analiza Patricio Marchant:

En lugar de la madre teórica o del hijo/a muerto/a, NR ocupa la posición de una hija/madre sexualizada. Incluso es invocada desde la voz de Leppe como una figura penetrante cuando le dice a Dávila: “Deja que nos meta el texto a más no poder”, ubicando la escritura de NR en un registro libidinal antes que legal (legal en el sentido de quien viene a sancionar la “verdad” sobre la escena). La figura silenciosa e ineludible de la mujer sexuada en el centro de la escena, no sólo des-identifica mujer y madre, sino que multiplica los vectores de deseo. Permite pensar que al parecer en esta ocasión Marchant no mira para abajo, y que se le escapa que el deseo polimorfo, des-edipizado, que hace ahí su escena, no solo no es heterosexual, sino que podría ser no sólo homosexual.[4]

Tanto reproche, tanta exigencia de reconocimiento, tanta confrontación fálica, tanto reclamo a la figura omnipresente de Richard y sus lecturas sobre el arte, sobre la transición, sobre la crítica a veces me suenan a una demanda de amor. Y, bueno, ya he confesado que me interesa la cita amorosa y la cita feminista. Después de esta reflexión de Fernanda Carvajal y la lectura edipizada que se le escaparía a Marchant, más pienso, más quisiera pensar que no son estos sólo debates y combates por el discurso dominante de las artes visuales, la historia o nuestro pasado reciente, sino que también algo de nuestras obsesivas maneras de relacionarnos al conocimiento y también al amor, no toleraron que “nuestra Madonna” se mezclara entre madre teórica e hija sexualizada. Quizás amerita dar una vuelta hacia las figuras de lo abyecto que Nelly leyó en la madre de Leppe, y con esto, nuevamente, a deconstruir el género privilegiado del pensar androcéntrico.

[1] Socióloga UARCIS, Magister en Filosofía Política y Axiología UCHILE, Doctoranda en Filosofía m/ Estética y Teoría del Arte UCHILE. Es profesora universitaria, editora de la colección Feminismos en Pólvora Editorial y crítica en El Agente Cine. En el año 2020 publicó “Insistencias feministas en la filosofía chilena de la postdictadura” como parte de un dossier sobre filosofía de mujeres y feminismo en Chile para la Universidad de Cuyo en Argentina.

[2] Sara Ahmed. Vivir una vida feminista, Barcelona, Edicions Bellaterra, 2018, p.30.

[3] Miguel Valderrama. Modernismos historiográficos.Artes visuales, postdictadura, vanguardias, Santiago de Chile, Palinodia, 2008, pp. 93–94.

[4] Nelly Richard y Diego Parra (ed). Reescrituras y contraescrituras de la Escena de Avanzada, Santiago de Chile, DAV Universidad de Chile, p. 232

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